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lunes, 8 de enero de 2018

Rosita Quintana

Vale la pena recrear la historia de esta cantante de tangos que se consagrara en México como actriz, conservando los gorjeos de sus inicios y mereciendo los plácemes de críticos y público que la erigieron en gran figura del arte. A Trinidad Rosa Quintana, porteña del barrio de Saavedra, fue su abuela quien la introdujo en el manejo y la enseñanza de la guitarra y el canto. A sus 92 años puede presumir, en el país que la adoptó definitivamente como artista, de haber cuajado una obra perdurable y consagratoria.

Recuerdo perfectamente cuando volvió a la Argentina en 1961 y pude asistir a la presentación para el periodismo y ambiente artístico de la famosa obra musical Mi bella dama, basada en Pigmalion, de  Bernard Shaw en la que Rosita representaba el papel de Eliza Doolitle. En un gran elenco destacaban también Dringue Farías, Duilio Marzio, José Cebrián y Beatriz Bonet entre muchos otros. Significó el regreso triunfal de Rosita, a quien luego vería en Caño 14, incluso.

                                 


Su abuela le detectó la vena artística y su madre la inscribiría en la escuela de canto de los hermanos José y Alberto De Caro. Y con 15 años se empina en el escenario como vocalista, junto a Félix Gutiérrez en la orquesta de Emilio y José de Caro, y con el conjunto de Mario Azzerboni, en el histórico Café Nacional de la calle Corrientes. Los aplausos con que la premiaron, sirvió para darle cuerda a su vocación, con el beneplácito de la familia. Sus voces interiores, las voces que la rodeaban y la precedieron, le señalaron el camino. Rodolfo Scianmarella le entregó algunos temas suyos para que los interpretara y la hizo debutar en el Teatro Casino.

Viajaría a Chile en 1947, con el conjunto de guitarras de José Canet, con quien mantenía además una relación sentimental. Actuarían en radios, teatros y en un festival donde también estarían Libertad Lamarque, Jorge Negrete, la orquesta del Chula Clausi y la chilena de Porfirio Díaz. Negrete se sintió encandilado por su figura y su estilo, y presentados ambos por Libertad Lamarque, la invitaría a viajar a México donde él le gestionaría el contrato de presentación en el famoso restaurante-cabaret El Patio. El apoyo y los consejos de Libertad fueron decisivos y la madre acompañaría a Rosita en el viaje.

                                            


Con Canet romperían entonces la relación, y allí, en Santiago de Chile, el gran guitarrista compone su tango: La abandoné y no sabía, que sigue goteando el dolor de la despedida en discos antiguos y voces modernas. Debutaría ganando, Rosita en El Patio, y sería la puerta de entrada a su destino definitivo, porque la estaban esperando el cine, las salas de espectáculos y la consagración definitiva. Al año siguiente de llegar debuta en cine y terminaría interviniendo como figura, en más de cincuenta películas mexicanas. Incluso sería dirigida por Luis Buñuel y tendría como compañeros a los más importantes actores mexicanos, cuando el cine de ese país estaba en la cresta de la ola.

En 1954 ganó el primer Premio en el Festival de Cine de Moscú. En 1955 se llevó el  Wurlitzer como cantante de rancheras. En 1956 obtuvo el premio Campana de la Libertad en el Festival de Berlín. En 1964, se llevó el  Perla del Cantábrico, en el Festival Internacional de Cine de San Sebastián.  En 2016 el Premio Ariel de oro, respalda su categoría de estrella del escenario, el cine y el canto.

                                   
Rosita con otras dos argentinas triunfadoras en México: Libertad Lamarque y Marga López

Filmaría, al regreso,  tres películas en su tierra natal, que siempre recordaría. Incluso cantó en el boliche de La Paternal: El rincón de los artistas. Tenía el acento mexicano pero al poco tiempo de estar en Buenos Aires regresaba a sus inicios y le volvían los tonos familiares. Se casó con un famoso productor mexicano, gerente de la Paramount: Sergio Kogan, con quien tendría un hijo. A su muerte reincidiría en el matrimonio.

Es importante volver a escucharla cantando los tangos de sus principios. En este caso se trata de un CD que grabó en Buenos Aires, en 1965, en el que la acompañan, músicos del calibre de  Enrique Francini en violín, Roberto Grela en guitarra, Domingo Federico en bandoneón, Kicho Díaz en contrabajo , Osvaldo Berlingieri en piano y José Bragato en viola. La dirección es de Carlos García y los arreglos de Héctor Stamponi, que acompañó varias veces a Rosita y la conocía de México cuando estuvo allí y permaneció acompañando a Amanda Ledesma.

                               


Al principio canta Charlemos Buenos Aires, con letra suya y música de Héctor Stamponi. A continuación Pedacito de cielo, el valsecito de Homero Expósito, Enrique Francini y Héctor Stamponi. Merece seguir parando la oreja. Para cerrar, el tango de Azucena Maizani: Pero yo sé.

Charlemos Buenos Aires - Rosita Quintana

Pedacito de cielo - Rosita Quintana

Pero yo sé - Rosita Quintana




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