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lunes, 4 de diciembre de 2017

Danza maligna

Hoy me voy a meter en un batuque interesante con este tango que, en principio pareciera emerger de la temática europea, por la forma como trataban en general a los temas que venían del sur del nuevo mundo, caricaturizando con lenguaje exagerado, la réplica que inventaban por estos lares. Y lo más llamativo del caso es que se trata de un tango bien porteño, por el origen de sus autores.

El poeta que escribió los versos de Danza maligna fue Claudio Frollo, un seudónimo que escondía bajo el mismo, nada menos que a un juez de instrucción. Autor además de varios libros sobre temas de su profesión, e incluso algunos con anécdotas del ambiente tribunalicio. Se llamaba en realidad Carlos Attwell Ocampos, tenía mucho prestigio en el foro, y paralelamente con su trabajo, escribió bastantes poemas tangueros que tuvieron éxito, como Sólo se quiere una vez, tango con música  de Geroni Flores, que Gardel escogió entre muchos otros de notorio valor y grabó con las guitarras de Barbieri y Aguilar en 1929. También Floreal Ruiz con Troilo, dejó otra hermosa versión en 1946.

                             


Vale la pena recordar algunos temas de Frollo-Attwell Ocampos, como Escúchame Manón, tango con Francisco Pracánico, gran creación de Pugliese con Roberto Chanel, que colaboró en los versos. Jorobeta, creación de Agustín Magaldi, que junto a Pedro Noda musicalizaron el tema. El hermoso valsecito Marisabel,  de Geroni Flores-Frollo, en la versión de Tanturi-Castillo. O Amargor con Francisco Lomuto, que éste grabara con la voz de Fernando Díaz y Alberto Gómez con la Típica de Carabelli.

Pero ahora toca recrear este tango distinto que recuerdo en el título, después del repaso a la obra de de este autor reconocido por la calidad de su obra. Y Danza maligna tiene un texto algo endiablado como puede verse. Cuentan los que lo trataron, que el juez-poeta solía ir a bailar tango a los cabarets de moda en su época, intentando pasar lo más inadvertido posible. Y entre baile y baile iban surgiendo en la noche, la música, el ambiente, las parejas danzantes, su pluma y la idea que le flota en derredor. El pianista Fernando Randle le puso música a estos versos.

Se arrastran los compases compadrones
del tango que se encoge y que se estira.
Su música doliente pareciera
sentir que una amenaza se aproxima.
Viviremos los dos el cuarto de hora
de la danza nostálgica y maligna,
escuchemos latir los corazones
bajo el numen de Venus Afrodita.

                                   


Hombre ducho en el semblantear de los seres humanos, lo imagino sentado en su silla, campaneando lo que sucede a su alrededor, conversando con la pareja o el amigo de turno y elucubrando lo que se vive entre las parejas que se mueven al compás del tango que suena en los instrumentos de la orquesta. Le va encontrando la miga al diálogo de los cuerpos danzantes, la conversa entre tema y tema y la distopía generada en la irrealidad ilusoria y milonguera de la larga y movida noche.

Placer de dioses, baile perverso,
el tango es rito y es religión,
porque sus criollos son sus altares
y el sacerdote su bandoneón.
Quiero sentirme aprisionado
como en la cárcel de mi dolor,
guarda silencio mitad de mi alma,
que hay un secreto entre los dos.

Parece haber una lucha interna en los sentimientos del autor. Por un lado la emoción del baile, la sensación del roce amoroso que provoca el abrazo en la danza y por el otro la realidad que sobrevendrá con el final de la noche, la madrugada, las obligaciones...  Las primeras luces del alba harán desvanecer ese recinto mágico donde todo es ilusión, sensualidad, romance, transmisiones idílicas y fantasía.

Se arrastran los compases compadrones
del tango que se adueña de tu fibra,
el roce de tus rulos en mis sienes
será la extremaunción de mi agonía.
Te invito a penetrar en este templo
donde todo el amor lo purifica,
viviremos los dos el cuarto de hora
de la danza nostálgica y maligna.

                                 


Azucena Maizani, en su época de esplendor lo grabó acompañada por Orestes Cúfaro al piano, Roberto Zerrillo en violín y Manuel Parada en guitarra. Lo registró en Discos Brunswick en 1929. Imperio Argentina con orquesta lo grabó dos años más tarde. Francisco Lomuto con Fernando Díaz lo llevó al disco en 1932. Edgardo Donato lo grabó en forma instrumental. El sexteto Vale tango dirigido por Andrés Linetzky lo registró, cantando Victoria Morán, tal como lo hacían en un espectáculo llamado igual que  el tango de marras...

Y vale la pena escuchar la citada versión versión  de Azucena Maizani. Y también la de Enrique Rodríguez, cantando Armando Moreno, del 31 de julio de 1940.

 Danza maligna - Azucena Maizani

Danza maligna - Enrique Rodríguez-Armando Moreno

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