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jueves, 1 de junio de 2017

Lágrimas

En esta ocasión no me refiero al maravilloso tango de Eduardo Arolas, sino al que lleva el mismo nombre y pertenece a Edgardo Donato y Maruja Pacheco Huergo. Que se escucha muy seguido en las milongas de todo el mundo, por la cadencia milonguera que tiene, en el registro del propio compositor con su orquesta típica. También figura un valsecito con esta misma apelación y que grabara el citado Donato con el cantor Teófilo Ibáñez.

Pero, si hoy me detengo en este tango de María Esther Pacheco Huergo, es porque realmente me provoca admiración su doble faceta de compositora magistral de El adiós y los versos que fabricara para Lágrimas. No es común tamaña facilidad de escritura y repasando la vida de esta autora y su intensa faceta creadora, comprobaremos una convivencia emocional con sus obras, que llaman profundamente la atención.

                                               


En otra oportunidad, en este mismo espacio que ya lleva más de cinco años de existencia, con 1379 entradas (notas) y pasa de 705.000 visitas, contaba la historia de cómo fabricó en el piano la melodía perdurable de El adiós,  que se nutre de lo más íntimo y pasional de la autora. Y cómo, siguiendo el consejo de su madre se la pasó a Ignacio Corsini, que se aprendería de memoria la melodía, tarareándola, y sería quien le presentaría a Virgilio San Clemente que en convivencia emocional con Maruja,  le abrocharía los versos definitivos e imborrables.

La obra de María Esther (su verdadero nombre) es muy vasta y no sólo se ocupó del tango, sino que creó canciones infantiles con mucho éxito, adaptando pasajes de la Biblia. Publicó libros de poesía, escribió libretos para televisión, radionovelas, hizo periodismo, trabajó en radio muchos años, se exhibió en algunas películas y fue profesora de música y canto. Además se casó con el periodista Manuel Ferradás Campos, con quien conversé en un par de oportunidades, cafecitos mediante, porque nos unía el periodismo deportivo que ambos ejercíamos.

                                     


Maruja le puso música al tango de Homero Manzi: Canto de ausencia, que interpretara Agustín Magaldi. Escribió letra y música de otro tango que sigue girando en modernos reproductores y en pobladas milongas: Sinfonía de arrabal ("Sos la triste sinfonía / que acunó el arrabal. / Sos la dulce melodía / la canción sentimental. / Te bailaron los malevos, / clavel rojo en el ojal / enredando en cada vuelta / un vestido de percal ...")

La lista de sus obras es muy extensa pero hoy me detengo en el tango del título, donde muestra su paleta poética. Con Edgardo Donato hicieron: Alas rotas, Bohemia triste, Para qué, Triqui trá y este Lágrimas, cuyos versos, sugerentes y originales, escritos por ella, comienzan con la concisión admirable de la música popular.

Ansias de hundir en las sombras
la angustia infinita que quiero ocultar.
Ansias de llorar tu llanto,
pena de quererte tanto,
voy por un camino largo
llevando en mi alma buena
mi propio desencanto...
arrastrando en mi agonía
la cruz de mi resignación.

                                     


El tango ya tenía su arquitectura, un proceso creativo tan riguroso como libre y el grado de incandescencia de los versos para reflejarse en la música. Las eternas tramas del amor dan para mucho y el tango está impregnado de estas páginas. Claro que las hay más triviales y comunes y más refinadas. Esas flamígeras tensiones que desbordan en el desamor, las borda así esta autora.

Lágrimas...
en la amargura de mi vida, son
bálsamo
que cicatrizan mi dolor.
Benditas una y mil veces estas lágrimas
sinceras, que brotaron
de mi pobre corazón.

                                     
Maruja Pacheco Huergo
                


Las lágrimas simbolizan la ruptura, el desencanto por lo perdido y, a la vez la apertura hacia la nostalgia y el inevitable olvido, como lo expresa en sus versos Maruja Pacheco Huergo.

Lágrimas...
que enmudeciendo mis tristezas van.
Lágrimas...
tibia llovizna de pesar.
Hoy llegan hasta el cáliz de mi vida,
suavizando la nostalgia
de esta inmensa soledad.

Me gusta. La música de Donato le insufla a los versos un aire marchoso pero tremendamente bailable, opacando la tristeza del poema, pero creciendo en la melodía. En definitiva, un tango que se reclama en las pistas y que su compositor registró en dos oportunidades. El 6 de marzo de 1939 con el aporte vocal de Horacio Lagos, que canta el estribillo, y el 21 de junio de 1956, con la voz de Oscar Peralta.

Escuchamos la primera versión, la más lograda.

Lágrimas - Edgardo Donato-Horacio Lagos






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