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viernes, 11 de marzo de 2016

Roberto Perfumo

Ha muerto sorpresivamente ayer en Buenos Aires el que fuera, seguramente, mejor defensa central en la historia del fútbol argentino. Además  de eso, un tipo genial, maravilloso conversador, sincero al máximo, y con el quien he tenido una amistad linda a lo largo de nuestras profesiones: Él jugaba al fútbol y yo era periodista deportivo. La primera nota se la hice en Birmingham (Inglaterra) en el Mundial de 1966. Ambos éramos jóvenes y nos encontraríamos infinidad de veces en entrenamientos, partidos, en vestuarios, en televisión, en radio o en la redacción del periódico.

Anoche me impactó de tal manera su muerte inesperada, que no pude dejar de pensar en todos los momentos que vivimos juntos. No sólo en su etapa de futbolista de Racing, Cruzeiro de Belho Horizonte y River Plate, también en los años posteriores en que seguíamos conversando y riéndonos de tantas cosas del fútbol, de la política y de la vida...

                                 


Pero tenía, además, algo distinto a todos sus congéneres, le gustaba el tango, lo seguía, lo vivía en profundidad. Fue con el único  de todos ellos que hablé de tango. En una oportunidad -él, ya retirado, yo viviendo en Madrid- nos reencontramos con ocasión de un partido en Londres entre la selección argentina y la inglesa en Londres. A los albicelestes los dirigía Coco Basile, gran compañero suyo en la zaga de Racing, y otro de los tipos entrañables que guardo en mis recuerdos por su honestidad, su manera de ser, y la amistad que mantuvimos, sin necesidad de hacer yo ninguna concesión en mis análisis críticos sobre él o sus equipos.

Eran otros tiempos, aunque no estuviesen tan lejanos. Existían unos códigos, una ética que nos impedía personalmente bucear en cosas extradeportivas, vidas privadas, encuentros nocturnos y cualquiera de los excesos que se viven en la época juvenil y con tanta exposición pública. En esa época yo entraba a los vestuarios con total naturalidad, y muchas veces escuchaba a algún futbolista diciendo cosas que, de publicarlas, podían perjudicarlo. Y, por supuesto, conociendo la calentura y los nervios que obran en en el estado anímico de un deportista, después de un partido, jamás publiqué nada al respecto.

                                       


Y cuando entraba con el camarógrafo de televisión para el programa de la noche o el noticiero del día siguiente, más de una vez, borré algunas expresiones que, sabía, se dicen en esos momentos de nervios. Perfumo era muy reflexivo en la victoria o la derrota. Si había ganado porque los había favorecido la suerte o el error arbitral, no tenía reparo alguno en soltármelo a la primera:

Viste qué tarro que tuvimos hoy! Si fuimos un desastre...

Así era Roberto Perfumo, luego entrenador, y por fin comentarista deportivo en televisión hasta el momento de su lamentable desaparición. Me lo encontré muchas veces en mis retornos permanentes a Buenos Aires. Vino a la presentación de un libro mío de poemas tangueros, futboleros y  lunfardos, en el que, por supuesto, le dediqué una poesía. Cené con él en una cantina de Garay y Pichincha donde esa noche tocaba el guitarrista tanguero Hugo Rivas, y otros artistas del género.

También me lo encontraba en El Club del vino, donde cantaba Luisito Cardei con el bandoneón de Antonio Pisano. O en el Café Homero, de ese amigo común: Rubén Juárez. Y más atrás, en el inolvidable Caño 14... También coincidimos en un programa nocturno de deportes en ATC y a la salida nos fuimos caminando y charlando sobre tantas cosas lindas que habíamos vivido por separado, mientras nos poníamos al día sobre las peripecias de distintos compañeros de profesión en los campos de juego.

                                     
Periodistas y futbolistas. Yo arriba junto a Ramos Delgado. Perfumo abajo junto a Sá y delante de Bargas


Aquel reencuentro en Londres, fue en 1991. Roberto venía con el presidente de Racing -también amigo mío- Juan Distéfano. Una noche cenamos los tres juntos en el hotel y después nos quedamos tomando una copa en el bar del hotel. Como mi antiguo compañero Natalio Gorín, me regaló en esa oportunidad su libro sobre Ástor Piazzolla, recién editado, comenzamos a hablar de tango. Y a Roberto le entusiasmaba y sabía un montón. No le gustaba el pesimismo de Discépolo- recuerdo- y ahí nos trenzamos. A las tres de la mañana, Distéfano se despidió, agotado.
-No los aguanto más, parecen la Biblia del tango... Me voy a dormir...

Y nosotros dos la seguimos hasta las cuatro.. Fue el único futbolista con el que hablé de tango,  y a gusto además. Años atrás había algunos cracks de fútbol como Pedernera o José Manuel Moreno, que iban a bailar con Di Sarli al Marabú y vivían la noche a tutiplén, cuando el centro de Buenos Aires era algo único en el mundo. Pero, ésa no la viví por razones lógicas.  En la etapa más moderna, sólo con Roberto llegué a tener este tipo de diálogos.

                           
River, campeón 1975. Perfumo arriba, penúltimo derecha, junto a Fillol
     


Por eso puedo traerlo a esta página tanguera, pero igual escribiría sobre él, porque me partió el corazón, la noticia que me golpeó en la madrugada de anoche. Y entré a rebobinar cosas... Y me acuerdo de su cara de niño lindo, por el que tantas mujeres suspiraran. Pero siempre fué muy reticente a exponerse a posibles habladurías, porque era muy respetuoso de su familia y sus cosas personales..

Lo que es la vida, el miércoles a la noche, en su programa de radio, junto a Horacio Pagani y el cantor Ariel Ardit, sugirió cerrar el mismo con el tango de Gorrindo y Lomuto: Mala Suerte...
Me gustaría despedirlo en su lecho definitivo, pero como, lamentablemente, no puedo hacerlo, lo hago yo también con un tango. A él, sé que le agradaría. Aníbal Troilo, además de hincha de River lo quería mucho y acá traigo Buen amigo, de Julio De Caro,  por Pichuco, grabado el 11 de julio de 1946

Chau, Roberto.... ( y como decía Discépolo: allá en el horno nos vamo'a encontrar...)

071- Buen amigo - Aníbal Troilo






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