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viernes, 3 de enero de 2014

El gordo Francini

Para muchos fue el mejor violinista de la historia del tango. Su exccelente colega de la actualidad, Fabián Bertero, es uno de los que afirman tal cosa y ello, evidentemente, tiene doble validez por tratarse de quien se trata.

Francini, más allá de cualquier discusión al respecto, fue un grande en todo sentido. Por su actuación en el tango, su inserción en la Filarmónica de Buenos Aires durante veinte años, su trabajo como director de orquesta, junto a Armando Pontier y en solitario, y por la belleza de su producción en las obras que dejó.
                                       


Lo vi tantas noches en Caño 14, el mítico local donde tocaba en yunta con su amigo de adolescencia Héctor Chupita Stamponi -piano y violín- y en cuyo escenario cayó muerto el 27 de agosto de 1978, durante un homenaje a Pichuco. O sea que murió en su ley a los 62 años después de haber ayudado a consolidar la Guardia del cuarenta, esa maravilla que sigue dando frutos en las milongas y en la oreja de cualquier tanguero.

Nació en San Fernando, provincia de Buenos Aires, se trasladó muy jovencito a la vecina Campana donde conoció y se unió musicalmente a Chupita Stamponi y aterrizó en Buenos Aiares con aquella legendaria formación del alemán Juan Ehlert para debutar en un programa de radio dominical. En esa troupe arribaron  los futuros integrantes de la Orquesta de las estrellas que comandaba Miguel Caló: Francini, Pontier (Puntorero), Stamponi, Cristóbal Herreros y se amontonaron en la recordada Pensión La alegría de la calle Piedras.

                                   


Francini nunca dejó de estudiar y sostenía que la música clásica y el tango no están reñidos. "Saber contrapunto no significa ser un picapedrero del tango", decía. En la etapa  de Caló dibujó dos bellas páginas que se perpetúan en la memoria popular. Con el poeta Carlos Bahr escribió Mañana iré temprano (1943) y  La vi llegar  (1944) cuya letra realizó Julián Centeya sobre la música previa de Francini. Ambas se hicieron un sitio importante en aquella prodigiosa etapa de los cuarenta.

                                 
Octeto Buenos Aires en 1956

En la orquesta de Caló, Francini continuó las coordenadas trazadas por su excelso colega y compañero Raúl Kaplún, y se labró a pulso un lugar entre los grandes del instrumento, dejando para el recuerdo páginas como las citadas o su feliz intervención como solista en Sans souci, la hermosa obra de Enrique Delfino a la que Caló supo sacar lustre con el arreglo de Argentino Galván, la magia de Maderna en el piano y el violín de Francini, dentro de un conjunto iluminado.

Encabezando "Los violines de oro" en Canal 7. Año 1957.
                                                         

Cuando se disuelve aquella orquesta que tanto dio que hablar, sus integrantes fueron tomando distintos rumbos, formando sus propios conjuntos y Francini se alió con su amigo Armando Pontier para armar una orquesta que rindió mucho juego en la segunda mitad de los cuarenta y en la que arrancaría un futuro ídolo como Julio Sosa, pero también voces definitivas como las de Raúl Berón o Alberto Podestá.

Con el Quinteto Real en Tokio
La currícula de Francini no tiene baches. El legendario Octeto Buenos Aires, de Piazzolla, Los astros del tango, el Quinteto Real con el que viajó varias veces a Japón donde eran idolatrados, sus propias formaciones orquestales, el duo con Stamponi y las páginas que llevan su firma. Además de las citadas, Óyeme, un  homenaje a su joven hermano fallecido, que lleva hermosa letra de Homero Expósito. Delirio, Tema otoñal. Con Expósito y Stamponi compusieron doss valsecitos iimprescindibles: Un momento y Pedacito de cielo y la milonga candombe Azabache. Con José María Contursi y Chupita, esas delicatessen: Bajo un cielo de estrellas y Junto a tu corazón. Con Horacio Sanguinetti (Basterra): El hijo triste, Con ella en el mar. Con Bahr, El mismo dolor y Pecado, ese bolero que dio la vuelta al mundo y en el que intervino Pontier incluso. Con Expósito: Ese muchacho Troilo. Lluvia de abril con Centeya y una serie de composiciones de todo tipo.

                               
                     
En esta mañána lluviosa de invierno, mientras veo deslizar las gotas por la ventana, me recuesto en el sofá y escucho dos versiones que muestran su talento. Con su sexteto: Loca bohemia (1970), de Francisco De Caro y con su Orquesta sinfónica, de Julio De Caro: Buen amigo (1977).

05- Loca bohemia - Sexteto Francini

Buen amigo - Orquesta sinfónica Francini

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