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miércoles, 4 de septiembre de 2013

Tita

Fue indudablemente una de las grandes artistas del teatro, cine y del tango. En este rubro, las letras que interpretaba parecían haber sido escritas especialmente para ella, aunque llevasen unos años en circulación. Su vida fuera de los escenarios, con todo el drama que arrastraba desde su origen y a lo largo de los años, contribuyó a aquerenciarla en el costado emocional de los argentinos.

Criada en un orfanato, abandonada por sus padres, pasando por su trabajo de "hombrecito" en una estancia, como Ignacio Corsini, o haciendo de sirvienta gratuitamente en Montevideo, dejada de lado por el amor de su vida: el actor Luis Sandrini, todo contribuyó a agrandar su aureola, a la vez que trepaba en el escalafón artístico, luego de abandonar los peringundines del Bajo y dedicarse al teatro para poder comer dignamente, según ella misma confesara.
                                 


No tenía prácticamente estudios, no pisó jamás una escuela, aprendió a leer y escribir de mayor, pero fue una gran artista y alguien la simbolizó como La Ana Magnani argentina, con toda justicia,  por sus interpretaciones teatrales en Filomena Marturano, especialmente y muchas otras que le sucedieron. Fue realmente versátil y en todos los terrenos artísticos que merodeó, consiguió resultados maravillosos porque era creíble, auténtica.

Tita, de pequeña, junto a su madre y hermano.
Al principio dudaba de sus condiciones vocales para ser acompañada por orquestas y así se lo decía a Canaro, por ejemplo, porque temía que la música la tapara. Es cierto que tenía poco caudal de voz, pero su personaje siempre aparecía y dotaba a los temas que cantaba de un encanto personal, una gracia y un deje porteño, arrabalero, que le permitía salir airosa en todas las circunstancias.

Con Luis Sandrini, su gran amor.
Buscó el amor que perdió cuando se alejó de Sandrini, casi con desesperación. Y tuvo numerosos romances que se diluían por su apasionamiento y necesidad de posesión. Generalmente sus compañeros sentimentales fueron actores conocidos y gente del ambiente y conocí personalmente  el asedio que sufrió en sus carnes el actor Tito Alonso, primo de un amigo mío, cuando mantuvo una relación sentimental con ella, siendo bastante más joven que Tita.

Y a ella la traté en Editorial Abril cuando coincidimos en distintas publicaciones de la editorial. Alguna vez la encontré en la cafetería del establecimiento leyendo cartas que le enviaban muchas chicas con problemas sentimentales. "Mirá vos - me decía- a esta altura de mi vida, con todo lo que yo sufrí en el amor, dando consejos a las pibas". Porque ése era su trabajo en la revista Idilio.

Bailando con José Manuel Moreno
Fue reconocida tardíamente por su padre que murió cuando ella tenía 4 años y un hermano de distinta madre. Con el correr de los años y de la pobreza, vivió con su madre nuevamente en un conventillo de la calle Uruguay 160, donde estuvo también Carlos Gardel con su progenitora, recién llegados de Francia. Luis Sandrini, Elsa O'Connor y Pierina Dealessi, pasaron incluso por esa casa de inquilinato, donde -recordaba Tita- "en invierno nos moríamos de frío y en verano nos asábamos".

Para mí fue una gran intérprete del tango porque le salía de las entrañas, lo que cantaba. Igual que en sus otros derroteros artísticos. Recibió numerosos premios en Argentina y México y al final murió sola, pero acompañada por el afecto de sus compatriotas que supieron valorar todo lo que hizo. Porque incluso con la caída de Perón también fue señalada por la mano negra de siempre y debió permanecer largo tiempo en México exiliada.
Con Alfredo De Angelis
Hoy la recuerdo con dos temas: A mí no me hablen de tango, de Juan José Paz y José María Contursi, grabado el 22 de octubre de 1969. Y la milonga de Tito Riberto y Norberto Aroldi: A mí no me cambia nadie, llevado a la placa el 13 de noviembre de 1968. En ambos casos la acompaña la orquesta dirigida desde el piano por Carlos Figari.

A mí no me hablen de tango - Tita Merello

A mí no me cambia nadie - Tita Merello

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