Translate

viernes, 8 de febrero de 2013

Dos de Canaro

Cuando estoy en el ordenata  o haciendo algo en el escritorio, a veces me sobrevuelan por la cabeza algunos temas que disfruté o disfruto a cuore pleno en la milonga, a lo largo de tantos años.

Francisco Canaro, parado en medio de su orquesta
Ya dije alguna vez que las milongas de Pirincho son maravillosamente bailables en su mayoría. Y, a la vez, dejó impreso un lote de valsecitos muy estimulantes para darle rienda larga a los remos y a la emoción de bailarlos in eternum, en una explosión retardada y con ecos reconfortantes.

Se trata de secuencias acumulativas que despiertan a la memoria y atrincherados en nuestros gustos, como esas comidas sazonadas en el caldo de las añoranzas, nos conducen por el camino fértil de la imaginación y el placer auditivo.

 Sucede con la música o con la literatura o el arte en sí. Pero el tango contiene tantas reverberaciones en nuestra formación, que al escuchar determinados temas no podemos sustraernos al gozo y parecen flotar con su recurrencia obsesiva. Instintivamente los acompañamos con movimientos de baile o con la imaginación.

Entonces mi mente cabalga vertiginosamente hacia tiempos idos y me embarca en aquellas conversaciones o polémicas que teníamos en la barra sobre una u otra orquesta. Cada uno defendiendo a la de su preferencia como en el fútbol o la política. La diferencia estribaba en que a veces coincidíamos en los gustos musicales, y el respeto por las demás formaciones.

Pero también me seduce una mujer que comparte un tema bailando conmigo y me quiere transmitir cómo le llega éso que estamos danzando y lo que  provoca en su espíritu, allí donde se espían cuerpo y alma. El fervor secreto.
                                                                                                         
Es otra de las maravillas del tango y los componentes de su familia, en este caso una milonga y un valsecito.

Les propongo escuchar entonces la milonga Soy un porteño, de Celedonio Esteban Flores y José Razzano, cantando Carlitos Roldán y grabada el 18 de moviembre de 1942.
                                                                                                             
Y el Valsecito amigo, de Aníbal Troilo y José María Contursi, con la voz de Eduardo Adrián, grabado por Canaro el 17 de agosto de 1943. El Catunga Contursi escribe como siempre pensando en su perdida Grisel. Y Pichuco le acopla una musiquita enternecedora.

Al escucharlos constatamos enseguida nuestra querencia por estos temas. Si tiene a mano alguien para acompañarlo bailando estas cositas lindas, no se achique Don Enrique y déle cuerda a las piernas, aunque se raye el parqué. Y olé.

Soy un porteño

Valsecito amigo - Eduardo Adrián con Canaro


No hay comentarios:

Publicar un comentario