Translate

martes, 26 de marzo de 2024

Una pintura de Pichuco

  

            


                                       

                                    

lunes, 25 de marzo de 2024

La voz de Gardel

    Cuenta Enrique Cadícamo que muchas veces se pregunta sobre las explicaciones concretas que podrían darse al misterioso "porqué de esa voz" de Carlos Gardel. Una consulta que formuló a su amigo, el doctor Juan Carlos Arauz, titular de la cátedra de otorrinolaringología del Hospital General San Martín, obtuvo la siguiente respuesta del especialista:

   -La sabiduría popular transmite, de generación en generación, dichos que, teniendo algo de fantasía, son el fruto de la observación de un hecho real. Aquello de que Gardel "cada día canta mejor", explica que este gran rapsoda tenía una voz extraordinaria, para muchos no superada. En otros aspectos quizás Caruso, María Callas y Frank Sinatra sean fenómenos similares.

                                  

                                              Gardel cantando en radio Belgrano

   

      Me pides que te explique el porqué, para lectores profanos. No es fácil, no obstante, lo intentaré:

    "El hombre como mamífero - el más desarrollado de todos- , no sólo emite ruidos, tiene además lenguaje. Para ello se vale del soplo respiratorio que provee la energía de la vibración de las cuerdas vocales que emiten el sonido, y de las cavidades faríngeas, nasales y bucales que amplifican y hacen de resonadores.

   Es bien sabido que, si a un instrumento de cuerda, le sacamos la caja, el sonido será débil y sin armónicas. Lo mismo sucede con la voz y, en consecuencia, con el canto; la laringe aislada no produce ruido audible, necesita de las cavidades nasales y faríngeo bucales que, a manera de las cajas de la guitarra, amplifican y, por resonancia, dan la personalidad o dl estilo del cantor.

   Volviendo a la guitarra, es sabido que el sonido no sólo depende del ejecutante y sus cuerdas, lo importante es la artesanía que el luthier puso en la fabricación del instrumento en general o de la caja en particular. El guitarrista elige un buen instrumento y lo afina, con sus dedos puede modificar el largo y la tensión de la cuerdas, la caja es estática.

   Por el contrario, el cantante puede modificar el largo y la tensión de las cuerdas vocales, puede hacer subir o descender la laringe en el cuello y modificar la caja de resonancia  moviendo el velo del paladar o la lengua. Todo esto hace posible el canto, habilidad que puede perfeccionarse con estudio , pero en realidad es algo con lo cual se nace y que no puede aprenderse partiendo de cero.

   Sin duda, todo esto tenía Gardel: una buena reserva de aire y buen manejo del mismo; cuerdas vocales de excepción que le permitían, siendo barítono, extenderse a registros propios de un tenor o un bajo".

 

Edmundo Rivero:  Cultura vocal de Gardel aplicada al tango

   -Se puede decir «El me gusta o no». Hay gente de buen o de mal gusto, y quien canta de oído y también quien escucha sin tener cierta preparación musical y una formación estética a través de los grandes del canto (Ver «Opera»).

   El tango, pequeña ópera, tiene las mismas exigencias y el primero que le aplicó algunas de las experiencias adquiridas durante 600 años de dedicación de profesores, músicos corales, solistas —sobre todo de la gran ópera— fue Gardel.

   De su paso por el teatro es de donde deduzco que aprendió los adornos vocales que después aplicó con toda sabiduría en el momento exacto en que la letra o la música lo reclamaban, a pesar de que en las escrituras musicales del tango no figurasen y algunas tampoco se escribiesen para tal o cual tesitura de cantor; cada cual usa la tonalidad que le conviene y lo interpreta a su manera. Inclusive a veces se cambia el valor de las notas, salvo orquestaciones.

   Más adelante figuran algunos de los adornos vocales musicales empleados por él.

   Con respecto a la tan cuestionada N que él pronunciaba insinuando una R, se debe a que la N es consonante líquida y puede perder su sonoridad al encontrarse con una consonante sorda, de las que obstruyen el pasaje del aire (son oclusivas), y al pronunciar anterior a ellas la N, ésta se apoya en la nariz y sabiendo que en el canto elevado esto es antiestético y reprochado, Gardel enviaba el aire directamente hacia adelante (siempre apoyada).

   En las partes de música popular no figuran algunos de los adornos vocales que aplicó Gardel a los tangos elevando con su inteligencia y buenos conocimientos del bel canto (de la escuela italiana) el nivel artístico del tango cantado.


   Escuchamos a Gardel cantando el tango: "La reina del tango", con versos de Enrique Cadícamo y música del guitarrista Rafael Iriarte. Lo grabó en 1928 con sus guitarristas, Aguilar, Ricardo y Barbieri.

                               


sábado, 23 de marzo de 2024

Organito de la tarde

    En el año 1924 estaba en su apogeo el disco "Nacional", de la desaparecida compañía fonográfica Max Glücksmannn, y esta empresa resolvió efectuar concursos de tangos entre autores y compositores. El certamen inaugural se realizó dicho año en el cine-teatro Grand Splendid, de la calle Santa Fe, una de las tantas salas que por entonces pertenecían al circuito de los Glücskmann.

   A lo largo de una década siguieron efectuándose anualmente esos concursos, y habrá que reconocer el aporte exitoso, que, merced a ellos, ha recibido el nomenclátor de la melodía porteña. Por rara coincidencia -o mejor dicho, por la sinrazón del mecanismo con que se desarrollaban las ruedas previas y los veredictos finales- los mayores éxitos posteriores, con perdurable  trascendencia en el favor público, les correspondieron a tangos que no estuvieron en los dos puestos privilegiados de la meta.

   Voy a referirme hoy, justamente al tercer premio del concurso inicial, Organito de la tarde, página siempre fresca que trajo al primer plano de la notoriedad, en la canción ciudadana, a dos cultores de talento: el dramaturgo José González Castillo y su hijo Cátulo. 

                                 

José González Castillo y Cátulo.

   La orquesta del certamen era la de Roberto Firpo y los tangos competían solamente en su carácter musical, sin injerencia de la letra aunque la tuviesen. El mismo carácter fue el de los concursos de los siguientes años, porque en ese tiempo no existía aún el cantor de orquesta. Las obras, aunque inéditas, se presentaban a la empresa Glücksmann firmadas por sus propios autores, y eran seleccionadas por la dirección artística. 

  El voto que por mayoría les permitía pasar airosas de una rueda a otra, lo depositaba el público en una urna a la salida de la sala donde el concurso constituía el "Fin de fiesta" del común programa cinematográfico. Para hacerlo, inscribía el nombre del tango elegido en un talón que llevaba adherido la entrada.

                                 


    En ese primer concurso de 1924 presentó su Organito de la tarde el pibe Cátulo Castillo, de diecisiete años de edad, que más títulos que de músico los tenía de boxeador como campeón amateur de peso pluma. Sin embargo los puños del simpático e instruido púgil de la calle Boedo sabían abrirse también para mostrar unos promisorios dedos de violinista y pianista, que alentados por una dúctil concepción artística, bien heredadas, eran capaces de producir páginas melódicas populares como esa del Gran Splendid.

   -Creí comprender en seguida cómo era el jueguito del concurso - nos decía el comediógrafo y padre de Cátulo en amistosa charla-. Si cada entrada al cine equivalía a un voto, y viceversa, ganaba en fija el competidor que sacaba más entradas en la taquilla... Era clarito, ¿verdad? Y como el tango de mi hijo me gustaba y veía en el muchacho una segura vocación, me largué a sacar montones de entradas y convertirlas en votos desde la primera rueda.

  La cosa en principio anduvo bien para el tango de Cátulo, aunque en desmedro de mis bolsillos que no estaban entonces muy florecientes. Eso fue hasta la fecha final. Ese día, resuelto a endeudarme si era necesario, para que mi hijo ganara, corrí al Grand Splendid a sacar entradas por talonarios enteros. Y allí me enteré con amarga sorpresa de que no quedaba a la venta más que una discreta cantidad.

   El resto ya había sido despachado. Entonces me acordé de que los dos principales rivales de Cátulo en esa final eran Canaro con Sentimiento gaucho y Lomuto con Pa'que te acordés... -Qué dos nenes, ¡eh!.  --Lo madrugaron, señor, me dijo el boletero. Yo me fui rabioso con las magras entradas que conseguí. Y esa noche la urna le dio el primer puesto a Canaro, el segundo a Lomuto y detrás el chiquilín novato, pagando el derecho de piso..

El verdadero premio

   -¡Qué importa, don José!... ¡Qué importa, Cátulo! -digo ahora a tantos años del episodio, hablando para este mundo y el otro-: Usted don José, agregó a su acervo poético esas difundidas coplas que empiezan:                                                                       Al paso tardo de un pobre viejo, / puebla de notas el arrabal  / con un concierto de vidrios rotos / el organito crepuscular...

   Y en cuanto a vos, Cátulo, sabés que el premio verdadero no estaba en aquella urna de la manganilla, sino en el mérito positivo de tu novel Organito -cuando peinabas con raya al medio tu abundante cabellera- y en tu siguiente labor tesonera y afortunada- mientras se quedaba sin un pelo tu bocha inteligente.

Francisco García Jiménez

   Carlos Di Sarli con su orquesta grabó el tango en forma instrumental en 1942 y 1954. Podemos escuchar esta última versión del 31 de agosto del 54.

                                          


   Y también la de Roberto Rufino que canta acompañado por la orquesta que dirige Leo Lipesker, Grabado el 5 de febrero de 1959.

                                           



jueves, 21 de marzo de 2024

Manzi y su Monte criollo

    Cada tema de Homero Manzi nos sumerge en realidades vividas por él y trasladadas a historias musicadas en tango que traspasan su época. Las que nos siguen atrapando por el fuego interior que consumen en ese espacio mítico de tres minutos. Han pasado muchos años y su poesía está viva, almacenada en versos musicalizados que no alcanzan la pompa literaria de los Borges y compañía, pero nos llega hondo.

   La huella de su pluma en tangos, milongas y valses es honda y maravillosa. El sentimiento, la pasión, los recuerdos y el fuego interior que lo consumen, vierten su valor seminal en esas páginas que siempre están presentes y no se despintan con el transcurrir del tiempo. Nos dejó joven aún, con sus 44 años, en los que hizo libretos para el cine, periodismo, creó piezas inolvidables, militó en política, viajó por muchos países...

                                     

 

   Siempre volveré a este poeta inolvidable porque cada uno de sus temas tangueros me sume en su recuerdo. Y hoy lo traigo con el tema que compuso con Francisco Pracánico y que nos lleva a a revivir este juego de naipes que practicábamos en el Café de la esquina, que simbolizaba al de tantos boliches de aquel tiempo.

                                              


    El poeta mezcla aquellas 40 barajas, las emociones palpitantes en el juego del Monte, con sus apuestas y realidades, y la pasión amorosa. Uno y otro tienen circunstancias favorables y también rebotes pesarosos. La imaginación poética de Homero nos muestra al hombre que supo tallar en la mesa del naipe y del amor, con resultados dispares. Así lo expresa en el verso. 

Cuarenta cartones pintados
con palos de ensueño, de engaño y amor.
La vida es un mazo marcado,
baraja los naipes la mano de Dios.
Las malas que embosca la dicha
se dieron en juego tras cada ilusión,
y así fue robándome fichas
la carta negada de tu corazón.

  Con su "¡Hagan juego!", está trazando la arborescente pluralidad de experiencias vividas, trasladando el barajar ilusionante del naipe con la realidad del resultado final en uno y otro corpus. Todo está cimentado en los afanes, venturas y deseos. El tema fue compuesto, como expliqué en otra nota, para la película del mismo nombre, dirigida en 1935 por Arturo S. Mom. Y Manzi sigue barajando...

¡Hagan juego!
Monte criollo que en su emboque
tu ternura palpité.
¡Hagan juego!
Me mandé mi resto en cope
y después de los tres toques
con tu olvido me topé.

Perdí los primeros convites
parando en carpetas de suerte y verdad.
Y luego buscando desquite,
cien contras seguidas me dió tu maldad.
Me ofrece la espada su filo.
Rencores del basto te quieren vengar...
Hoy juego mi trampa tranquilo
y entre oros y copas te habré de olvidar.

   Sebastián Piana había compuesto la música para este tango pero a Mom no le gustó y le encargó a Francisco Pracánico que le adosara otra nueva, que sería la definitiva. Azucena Maizani lo canta en la película estrenada el 22 de mayo de 1935 y luego lo grabaría. Francisco Lomuto con su cantor Jorge Omar, lo llevó al disco con mucho acierto, el 9 de mayo de 1935, y es el disco que traigo acá.

                      



 

sábado, 16 de marzo de 2024

Nido gaucho

    La dupla Héctor Marcó-Carlos Di Sarli, fue muy fructífera y dejaron un tendal de temas que se pusieron de moda rápidamente, y perduran exitosamente en los discos, sacudiendo el flujo azaroso de la memoria. Corazón, La capilla blanca, Porteño y bailarín, Con alma y vida, Así era mi novia, Cuatro vidas, Tangueando te quiero, En un beso la vida, Por qué le llaman amor, Bien frappé, Juan Porteño, Rosamel son la muestra creadora de ese binomio tan especial que supo pulsar en el sentimiento tanguero.

   Además, por supuesto del que traigo hoy a la palestra y que al que el maestro de Bahía Blanca le tomó un cariño especial, ya que lo llevó al disco en cuatro ocasiones: ocurrió en los años 1942, 1946, 1951 y 1955. En la primera versión lo cantó Alberto Podestá, luego Jorge Durán-Bob Toledo y en las dos últimas Mario Pomar. 

                                       


   Evidentemente este tema tuvo gancho, porque a diferencia de otras creaciones de la dupla, Nido gaucho también fue llevado al disco por Francisco Canaro cantando Eduardo Adrián, el 30 de diciembre de 1942. Osvaldo Pugliese con la dupla Jorge Maciel-Abel Córdoba lo grabaron en diciembre de 1964. Y Miguel Caló con Roberto Rufino lo hicieron el 20 de septiembre de 1966.

                                                     


   Los versos de Héctor Marcó (Marcolongo) están inspirados en el paisaje campero y el fascinum que retrata el bullicio de los pájaros, las flores que le dan un condimento especial a esa naturaleza, el ranchito en el que habita y en el que sueña con refugiarse para siempre con su amada. Él le llama Nido gaucho y le adosa todo el ornamento natural. 

Luciendo su color de esperanza
su plumaje
y el viento hace vibrar sus cordajes
en los pastos
y en la flor.
Yo tengo mi ranchito en la loma
donde cantan
los zorzales...
Margaritas
y rosales
han brotado para ti,
porque un día será ese nido gaucho
de los dos.

   En la segunda parte del tango, el flechazo amoroso lo conduce a la ilusión a través de idealizaciones románticas con sensibilidad y fantasía, imaginando el coloquio perpetuo con ella y el paisaje verde de la esperanza. La música está atenta a los contornos precisos y ambos se unificarán  dado que el tema está construido alrededor de un tono  y por ello es importante precisar la sintonía.

Florecerán mis ilusiones
y se unirán los corazones.
Dime que sí,
que la noche pampera abrirá
y su rayo de luna pondrá
luz de amor en tus ojos.
No digas no,
que el dolor secará mi rosal
y en la cruz de mi rancho el zorzal
morirá por tu amor.

   Di Sarli prefirió no agregar la primera bis del poema. Su música, como siempre, combina perfectamente con la atmósfera campera y nostálgica diseñada por Marcó. El tango cantado por Podestá es el que más me llega, sin desdeñar para nada a los otros. Incluso en el aspecto milonguero. Y es el que propongo recrear para acompañar este recuerdo.

   Lo grabó esa primera vez el 30 de noviembre de 1942, con la voz de Alberto Podestá y es la versión que acá recordamos.

                                   



miércoles, 13 de marzo de 2024

Argañaraz

    Vale la pena recordar aquellos tangos de la guardia vieja que pasaron todas las cribas, la sucesión de cambios generacionales, la tempestad de vituperios y denuestos de quienes no aceptaban la permanencia del género en su sitial preferente de popularidad. Esa atmósfera emotiva que instituyó el tango, tanto musical como poéticamente, cuando llegaron los primeros versos.

   La memoria del tanguero almacena piezas que le quedan para siempre registradas en su cuore y en la discoteca que nos alienta en las horas bajas, y nos da cuerda en la milonga. Y siguen regresando los nombres de los pioneros que fecundaron el tango y le dieron la savia necesaria para que creciera indefinidamente. Aunque como las plantas y árboles, también tuvieron que atravesar su "invierno".

                                


   Roberto Firpo fue uno de aquellos músicos, que no sólo destacó como pianista y director de orquesta -a la que le dio un estilo definido y musicalmente apreciable-, sino que también aportó su talento de compositor creando infinidad de páginas de largo recorrido: El amanecer, Noche calurosa, Fuegos artificiales, El apronte, Didí, El rápido, Alma de bohemio, Marejada, Vea vea, La carcajada...

   O el que cito en el título, que compuso en 1913, año en que formó su primera orquesta. El nombre refiere a la dedicatoria del tema, que era la sala de la calle Argañaraz 39, en el barrio de Villa Crespo, un lugar de baile con prostitutas,  donde él actuaba con su flamante formación, que todavía no llegaba a orquesta. En 1927, Enrique Cadícamo, a instancias del propio Firpo, le puso versos y pasó a subtitularse como: "Aquellas farras".

Tiempos viejos y compadres
de mi vida cadenera
que ya no volverán
mis años a gozar.
Qué habrá sido de esa barra,
bravucona y trencillera,
que tanto dio que hablar
por su guapear.

Adiós, amigos de entonces,
ya estamos viejos de tanto andar.


Marcando una candombeada
fue luciendo medias lunas
y entre cortes y quebradas
iba el tango provocador.
Me acuerdo de aquellas farras
que entre fueyes dormilones,
ritmaban los corazones
un pasaje sentimental.

Siglo de oro de ese tiempo
en que el ñato Monteagudo,
borracho de pernó
se quiso suicidar.
Y del loco Puentecito
y del viejito Rossano
No los he vuelto a ver,
¿dónde andarán?

Adiós, amigos de entonces,
ya estamos viejos de tanto andar.

   La cantante Rosita Montemar estrenó estos versos  el 20 de mayo de 1927 en la obra teatral "La muchachas de antes no usaban melena" y Gardel grabó el tango el 1 de abril de 1930 acompañado por sus guitarristas Aguilar y Riverol con el titulo de "Aquellas farras". Hay numerosas versiones grabadas de este tema, como la de Roberto Firpo con su cantor Ignacio Murillo, el instrumental de Ricardo Tanturi, D'Agostino-Tino García y otras.

   Podemos escuchar el registro de Roberto Firpo con Ignacio Murillo del 21 de abril de 1944. 

                   


   Y la versión instrumental de Ricardo Tanturi que llevó al disco con su orquesta el 11 de febrero de 1939.